viernes, 26 de octubre de 2012

Mamá montaña






Hace una semana cumplí 40 años (un día de estos os contaré mi fiesta virtual) Al día siguiente, en una de esas "no casualidades" de la vida, me hice un esguince en el pie derecho por lo que estoy, por primera vez desde que parí a Zambra, inmovilizada.

Tras el susto inicial, mi principal preocupación como madre era ver cómo me lo iba a montar con Zambra -sin poder casi moverme- y cómo se lo iba a tomar ella y ahí, como siempre, mi hija fue un paso por delante y me sorprendió.



Tras la caída, Zambra decidió cuidarme a su manera. Siempre he sabido que los niñ@s que han sido cuidados y han visto sus necesidades satisfechas tienen una tendencia natural a cuidar a otros: niños, animales, plantas, muñecos y, cómo no, también a mamá o a papá o a cualquier otro miembro de la familia que lo necesite. En ell@s habitan de manera natural la empatía y la solidaridad. Mi hija me lo había demostrado muchas veces pero esta vez la cosa iba para largo y era un poco diferente.


Primero me quiso curar “tomando tetita”, nuestra teta mágica que casi todo lo puede, nuestro vínculo más fuerte y sé que de alguna manera aquello me sanó al menos la rabia inicial. Entonces Zambra al ver que no funcionaba a la primera, decidió enviar la pupa del pie a su casa, como hace otras veces, porque era de esas pupas que se curan solas con el tiempo; después me dio besitos en el pié (esos besos mágicos curativos), e intentó el masaje como me ha visto hacer a mí a veces (¿os lo explico?). Finalmente con sus 33 meses se sentó a mi lado un buen rato (en una fiesta llena de niños jugando sin parar) para darme conversación.

Tuve que explicarle que mamá solo estaría así de manera temporal, que me pondría bien poco a poco, que volvería a correr y a jugar. La tranquilicé, le dije que me cuidaría papá y que ella podía ayudarle si quería, de alguna manera la liberé. Al poco rato, ella se fue a jugar con el resto de niñ@s tranquila, y fue viniendo a verme en intervalos.

A partir de ahí cada día ha ido trabajando su aceptación de la nueva situación (debo decir que ha sido más rápida que yo) y se ha ido poco a poco despegando de mí, porque al inicio su manera de cuidarme era vivir encima de mí, sentada o tumbada, ¡cuánto amor gratuito a raudales! También se ha acostumbrado a mamar tumbada y a ser todavía más autónoma con sus cosas.

Ahora soy mamá montaña (así me llama) y juega a escalar mi cuerpo tumbado o sentado e intenta ayudarme con la muleta. Cuando leo en la cama a veces viene y se sienta a jugar diciendo “despacito”, o juega a mi lado en el suelo si estoy en el sofá y encuentra la manera de incluirme de vez en cuando. Leemos muchos libros, cantamos, hacemos marionetas...

Otras veces se emociona y salta encima de mí con su risa contagiosa...


Yo mientras tanto ando sacando jugo a este parón, leyendo y escribiendo muchísimo, dándome tiempo para volver a conectarme con la tierra y conmigo misma. Redescubriéndome, redescubriéndola, hacia dentro, aceptando, abriéndome a nuevos proyectos, podría decir que feliz.



Myriam Moya Tena.


Mirad que maravilla de canción me han regalado hoy a raíz de este post, gracias Aran


3 comentarios:

  1. Me ha gustado mucho que hayas "liberado" a Zambra de esa carga :D , y la nueva oportunidad para dar rienda suelta a otras formas de comunicación entre vosotras.

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  2. Mamá montaña... precioso!! espero que esta oportunidad de conexión diferente siga siendo así de provechoso para toda la familia.
    Abrazos

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